Memoria, hilo, o… / Pepa Mancha

El acontecimiento en un hilo

El rico imaginario textil fue en tiempos una práctica denostada, un espacio habitualmente asociado al mundo femenino, reducido a lo doméstico, y tipificado como cosas de mujeres. De lo textil o mejor, del textil en el arte se derivan consideraciones que van más allá de lo estético, relacionadas con cuestiones políticas y antropológicas, tanto es así que la irrupción en los años 60 de los movimientos feministas supuso una brecha en los discursos hegemónicos, aquellos que dictaban la validez del arte desde la mirada masculina. El textil encontró entonces aliados en el feminismo, y se valió de la interdisciplinariedad para establecer relaciones de igualdad artística con otras disciplinas, como sucedió en la Bauhaus, donde se rompió con los estrictos y caducos métodos de enseñanza, que por otro lado, ya venían sufriendo la influencia de la innovaciones producidas por las vanguardias de principio de siglo, las llamadas históricas, entre otras, el cubismo, dadá, surrealismo, expresionismo o constructivismo. Para la modernidad, en este sentido, fueron claves los talleres experimentales de la Bauhaus y, en el caso que nos ocupa, la figura de la profesora y artista Anni Albers, todo un referente en ese contexto de renovación de lo textil, Así defiende Albers como es posible ir de un lugar a otro, así también, a partir de un campo definido y especializado, se puede llegar a establecer relaciones en constante expansión… que se remontan al acontecimiento de un hilo. Gracias a ella, los tapices adquirieron carta de naturaleza artística, entrelazando su ejecución al ámbito de la arquitectura, la plástica y el diseño industrial.

De un tiempo a esta parte el textil se ha consolidado en las fórmulas contemporáneas, gracias a los logros de sucesivas técnicas y nuevos materiales, fibras sintéticas, que han venido evolucionando a lo largo del siglo XX, y que ha permitido descubrimientos expresivos en clave instalativa, escultórica y espacial, sin olvidar un uso meramente funcional. Se suceden piezas más dinámicas pensando en el espacio donde se ubican, de ahí su carácter más escultórico y expansivo, en línea con la teoría del campo expandido de R. Krauss.

De este aspecto más volumétrico, la fibra ya es tridimensional, se hicieron eco las bienales de Lausana, en Suiza, sobre todo a partir de la Bienal de 1969, cuyos organizadores quisieron mostrar el renacimiento de la tapicería clásica francesa, pero se tendió paulatinamente a la exhibición de nuevos materiales en torno al textil, y por tanto otras ejecutorias.

En la actualidad, un buen número de artistas ha descubierto sus múltiples posibilidades, e incluso en propuestas de carácter internacional, como la Bienal de Venecia, en 2024, bajo el lema Extranjeros en todas partes, pudimos contemplar un buen número de tapices, algunos colectivos, evidenciando maneras derivadas de contextos coloniales, y reafirmando que también los tejidos de las llamadas periferias, arte outsider o de los márgenes (pueblos indígenas, colectivos sociales, personas con discapacidades…), son obras de arte, apegados a sus modos de vida y por tanto inseparables de la persona. Observaba además cierto aire de familia entre ellos, imponiéndose los tópicos de lo racial, habida cuenta de la estrecha ligazón de los procesos de producción con el entorno más cercano: la naturaleza.

En nuestro país, el Centro 2 de Mayo de Móstoles puede presumir de una colección propia en torno a lo textil, como presenciamos en la exposición Colección XVIII: Textil, con piezas de, entre otros artistas, Grau-Garriga, Victoria Gil, Teresa Margolles, Yinka Shonibare, Caroline Achaintre, Arturo Herrera, Mercedes Azpilicueta, Leda Catunda, Polly Apfelbaum, Nora Aurrekoetxea, Carolina Caycedo, Discoteca Flaming Star, Cristina Lucas, Asunción Molinos Gordo, Sonia Navarro, Nohemí Pérez, Laure Prouvost, Belén Rodríguez… A partir de este conjunto de trabajos se bosquejaba la evolución del arte textil desde los setenta hasta la actualidad y, lo que es más importante, un prestigioso centro de arte contemporáneo como es el CA2M validaba su presencia en términos expositivos y por tanto de visibilidad, además de coleccionarlo.

También hemos asistido a la recuperación de importantes figuras históricas, como Aurelia Muñoz (Barcelona, 1926-2011), cuya pieza Águila beige sirvió de reclamo para la muestra en el MoMA de Nueva York Taking a Thread for a Walk (2019), o se ha galardonado su pervivencia y actualidad en la artista Teresa Lanceta (Premio Nacional de Bellas Artes 2023), a la que viéramos una individual en 2024, en el antiguo refectorio del Monasterio de Santa Cruz, durante la celebración de la Bienal de Coimbra. Tuve la fortuna de conversar con ella, sobre sus inicios allá por los 60, y la experiencia con mujeres tejedoras de Marruecos, de donde tomó el vivo cromatismo de los tejidos realizados en este país, y la importancia de lo colaborativo. Me habló además del error como parte de la vida del tejido, por eso recuerdo que me invitó a que contemplara los tejidos desde todas las partes, incluso la posterior.

El textil remite al textil… Pero me interesa destacar su profundo sentido que conecta con la idea de materia y experiencia, en definitiva, con el sentimiento de vida, así la profesora Ana Soler, en su artículo Habitando el espacio textil: Pensamiento y producción, en el reciente libro de Sara Coleman Espacios textiles_habitando la interfaz, habla del espacio textil entendido como algo vivo que habita en gerundio en la frontera de lo visible y lo invisible, del pasado y el futuro, de lo analógico y lo digital, del cuerpo y el espacio. Cada hilo, cada fibra, cada eje o nodo de contacto, cada componente múltiple, cada parte, se entrelaza con el otro en una dinámica vincular que va más allá de lo meramente material, estableciendo una red viva de relaciones que se suceden en un flujo constante.

Ya lo dijo Anni Albers: El acontecimiento en un hilo

Martín Carrasco